Descripción
En el presente ensayo, José Enrique Bustos se propone refutar las dos grandes premisas en las que se funda esta leyenda: ni Lutero pretendió reformar la Iglesia ni las consecuencias de su revolución han sido esencialmente benéficas. Muy al contrario, angustiado por unos pecados de los que no lograba zafarse, el fraile agustino fracturó la cristiandad preexistente y pergeñó una doctrina ad hoc en la que cabe rastrear el origen de buena parte de los males que afligen al Occidente contemporáneo.