Isidro Gomá Tomas

Primado de España

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Isidro Gomá Tomás nace el 17 de agosto de 1869 en La Riba (Tarragona), hijo de un industrial papelero, realiza estudios eclesiásticos en el Seminario de Tarragona, siendo ordenado presbítero el 8 de junio de 1895, pasando a ejercer durante veinticinco años como profesor en esa institución. Desde su ordenación, don Isidro Gomá mantiene una intensa actividad literaria y eclesiástica, constituyéndose en un magnífico apologeta de la Hispanidad.

El papa Pío XI le preconiza el 20 de junio de 1927 como Obispo de Tarazona. En el escudo del nuevo prelado cuatro cuarteles: el apellido Gomá; los símbolos de la Eucaristía (dos aves bebiendo en un cáliz); la mediación universal de la Virgen, y las barras de Aragón, más una flor de lis que simboliza los tres lirios del blasón de la catedral de Tarazona de Aragón. Completada su heráldica con simbología de la justicia, recordando su anterior función de provisor, y la Thau, sacada del blasón catedralicio de Tarragona.

Inmediatamente de proclamarse la Segunda República dirige a los fieles la pastoral Los deberes de la hora presente (24 de abril de 1931). Escrito sereno y de autoinculpación, en línea con lo remitido a los obispos desde la nunciatura: “Es deseo de la Santa Sede que V.E. recomiende a los sacerdotes, a los religiosos y a los fieles de su diócesis, que respeten los poderes constituidos y obedezcan a ellos, para el mantenimiento del orden y para el bien común” (24 de abril de 1931). Pero antes, con una claridad meridiana de lo que se presagiaba sobre España, una carta pastoral en la Cuaresma de 1930, de la que se destaca: “Sentimos en estos momentos, amados hijos nuestros, una pena que nos prensa el corazón. Es pena de nuestros pecados y de los de todos, de comisión y de omisión, en el orden cristiano social. Hemos trabajado poco, tarde y mal, mientras pudimos hacerlo mucho y bien, en horas de sosiego y bajo un cielo apacible y protector”. En 1931, tras la quema de conventos del mes de mayo, publicará la pastoral Protesta y ruego; allí afirmará: “Personas sagradas fueron vejadas y desposeídas; imágenes, reliquias, vasos, ornamentos, casas de oración y de penitencia, es decir, todo el sistema externo y oficial del culto católico, en medio de ciudades populosas, ha sido devastado por el fuego, encendido y atizado en un momento de vesania por la ráfaga de una pasión que no tiene de humano más que lo que el hombre pueda tener de satánico: el odio a las cosas de Dios”. En el Boletín de la Diócesis de Tarazona de Aragón, agosto de 1931, quedan recogidos unos comentarios del doctor Gomá ante el proyecto de nueva constitución: “Nos debemos reconocer con amargura nuestra equivocación, al creer que un nombre que puede ser de hecho, y lo es en tesis, tan justo, inocente y progresivo como otro cualquiera de sus equivalentes en el régimen de los pueblos —el nombre de República—, se había purgado de las lacras y procedimientos que lo hicieron de infausto recuerdo en nuestra Patria”. Con honda preocupación vivirá el doctor Gomá la expulsión de España del cardenal primado y arzobispo de Toledo, Pedro Segura y Sáenz, decretada por el Gobierno provisional de la República, el 15 de junio de 1931. Lejos estaba Gomá de pensar que sería él el sustituto de Segura.

El 12 de abril de 1933 es nombrado Arzobispo de Toledo y Primado de la iglesia española. El 12 de octubre de 1934 pronuncia, en el Teatro Colón de Buenos Aires, el discurso conmemorativo de la Fiesta de la Raza: “Apología de la Hispanidad”. El 19 de diciembre de 1935 es creado Cardenal de la Iglesia de Roma.

El inicio de la guerra civil le sorprende en Tarazona, de donde pasa a Navarra. Como Primado de España tuvo el Cardenal Gomá un importante protagonismo durante la guerra civil. En noviembre de 1936 interpreta, como máxima autoridad de la iglesia católica española, el sentido de la guerra en El caso de España, texto muy difundido por todo el mundo, sólo superado por la Carta colectiva del Espiscopado Español, de la que fue principal redactor (suscrita por todos los obispos españoles excepto por dos, que expresamente no quisieron hacerlo: Vidal y Barraquer, cardenal de Tarragona, y Mateo Múgica, obispo de Vitoria).

Además, entre diciembre de 1936 y octubre de 1937, fue representante confidencial y oficioso de la Santa Sede ante el Gobierno del generalísimo Franco. En julio de 1937 pronuncia el discurso de la Ofrenda de España al Apóstol Santiago, ceremonia suprimida por la República en 1931 y restaurada ese año por un decreto del general Franco.

Alcanzada la Paz de la Victoria, se encarga de recibir la oración de un Caudillo Franco que ofrece a Dios la espada vencedora, en irrepetible ceremonia que tuvo lugar el 20 de mayo de 1939 en la iglesia de Santa Bárbara de Madrid. Decide el Cardenal Gomá que tal espada vencedora fuera custodiada en el Tesoro de la Catedral Primada. Su principal preocupación, al inicio de la postguerra, fue la reorganización de la Acción Católica, para lo que busca la colaboración del presbítero español que había iniciado en Argentina, precisamente, la catolización de la idea de Hispanidad, Zacarías de Vizcarra. Su salud se había deteriorado, y muere en Toledo el 22 de agosto de 1940.

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