Descripción
No son fábulas, no son apólogos comunes, no son leyendas, no son consejas, no son novelas, no son poesía épica; son poesía simbólica. “La fábula es un género pueril y prosaico”, dice Menéndez y Pelayo; la parábola es un género pueril y poético.
Las parábolas de Cristo son 120, contando como tales las que comienzan por la fórmula: “Semejante es…” o algo similar; que habría que traducir más bien: “Parejo es…” o “A la par es…”; pues la realidad espiritual a que aluden no es propiamente parecida (y por eso hay una distorsión poco humana en muchas parábolas, una inverosimilitud literaria o una “exageración” que dijéramos), sino más bien análoga… en otro plano superior.
La realidad espiritual a que se refieren las parábolas es, si se mira bien, una sola. Pueden dividirse en parábolas acerca del mismo Cristo (El Buen Pastor) acerca del Reino de Dios (Los Invitados al Convite) y acerca de los Adversarios de Él (La Higuera Estéril). Pero estos tres hacen uno: la realidad espiritual de Cristo; el Dios terrenal en la tierra, la Tierra del Dios Terreno. Muchas metáforas y comparaciones esmaltan los Evangelios, como por ejemplo: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. Son como gérmenes de parábolas. Pero aquí nos ocuparemos solamente de las desarrolladas, aunque a veces tengan sólo 4 líneas, que suelen comenzar por la fórmula susodicha. También hay en el Evangelio “parábolas en acción”, como son casi todos los milagros.
La regla más importante de la pedagogía y la literatura es que hay que enseñar lo desconocido por medio de lo conocido; la regla teológica más importantes es que a Dios lo conocemos “por medio de las cosas visibles, comprendiéndolas”, como dijo San Pablo. Estas reglas confluyen en este género simple, primitivo, profundo y original. Las costumbres y las circunstancias lo imponían y el genio lo transfiguró.
Parábola significa en griego “arrojar una cosa al lado de otra”, de allí viene en español la “palabra” (como en italiano “parola” y “parla”, y en francés “parole”, en inglés “palaver”, en alemán “parole” y “pároli”) pero en griego no significa “palabra”, el “verbum” latino, que se perdió en castellano con ese significado, sino un “verbum” especial. En griego no dice “poner” una cosa al lado de otra, sino “arrojar”: las dos cosas pertenecen a planos distintos.