Descripción
Para comprender esta novela gráfica que nos propone Cartem Cómic es necesario hacer un poco de historia del pueblo cosaco durante la primera parte del siglo XX. Tras el triunfo del la Revolución Rusa en la URSS se impuso un régimen totalitario y represor capaz de exterminar a millones de sus oponentes mediante las técnicas más perversas. Entre estos oponentes hemos de destacar al pueblo cosaco, que en su mayoría se unió al ejército blanco defensor del zarismo, constituyendo así el mayor contingente dentro del movimiento contrarrevolucionario para combatir el que sin duda ha sido el régimen más criminal de la historia: el comunismo. Tras el triunfo del comunismo miles de cosacos emigraron al oeste por cuanto durante la Guerra Civil Rusa, León Trotsky impuso la descosacización de los cosacos, lo que llevó a muchos, especialmente a los cosacos de Don y los cosacos de Kuban, a escapar de Rusia, aunque millones quedaron en territorio comunista sin esperanzas de poder recuperar su libertad, no obstante, tras la Operación Barbarroja, empezada por Hitler el 21 de junio de 1941, el avance del ejército nazi, y la sensación de que Hitler terminaría ganando la Segunda Guerra Mundial, decidió a los líderes cosacos a apoyar al bando alemán, no por amor a la causa nazi, sino por odio al régimen comunista. En este sentido la causa cosaca nos recuerda mucho al espíritu que animó a nuestra División Azul.
El justificado temor a Stalin y a la causa comunista propició que los líderes cosacos Pyotr Krasnov y Andrei Shkur consideraran que la mejor forma de recuperar la libertad era ofrecer al ejército alemán a miles de consumados combatientes cosacos, y ponerlos bajo el comando del General alemán Helmuth von Pannwitz, de esta forma ya en 1942 unos 12.0000 cosacos con sus propios uniformes y armas formaron sus propias unidades cosacas, llamadas Kosakenlager, integradas en la Wehrmacht, y fueron capaces de luchar con eficacia militar contra los partisanos comunistas en Bielorrusia, Ucrania y Yugoslavia.
Cuando la derrota era inevitable, los restos de las formaciones cosacas, bajo el liderazgo del mayor general alemán Helmuth von Pannwitz, atravesaron los Alpes para escapar del avance del Ejército Rojo y rendirse a los británicos creyendo que estos tratarían benignamente a un pueblo que se comprometió en la lucha anticomunista, sin embargo, los líderes cosacos no sabían que su destino ya se había decidido en Yalta, cuando el primer ministro británico Winston Churchill, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y el mariscal ruso Josef Stalin se reunieron para decidir sobre las cuestiones finales pendientes de la guerra en Europa y la repatriación reciproca de los prisioneros de guerra. Aunque dichos acuerdos solo obligaban a los aliados a repatriar a los que poseían la nacionalidad rusa, y no incluía a los emigrantes rusos blancos que habían huido durante la Revolución Bolchevique antes del establecimiento de la URSS, Stalin exigió a todos los prisioneros de guerra cosacos, por lo que en una traición típicamente británica los ingleses decidieron repatriar a todos los cosacos, muchos de los cuales ya tenían nacionalidad de los diferentes países europeos por cuanto huyeron del régimen comunista en la década de los 20, y se establecieron en diferentes países.
«Los cosacos de Hitler» nos cuenta esa gran tragedia ocurrida entre mayo y junio de 1945, y que paso a la historia como la «Masacre de cosacos en Lienz», cuando los ingleses decidieron entregar al Ejército Rojo unos 32.000 cosacos que se encontraban viviendo en Alemania y Austria, que luego fueron trasladados a Rusia, donde terminaron muriendo en campos de concentración de Siberia y fueron olvidados por la historia oficial. Así el 28 de mayo de 1945, los británicos transportaron a 2.046 oficiales y generales cosacos desarmados y engañados pues supuestamente estaban invitados a una conferencia importante con funcionarios británicos, informándoles que regresarían a Lienz a las 6:00 de la tarde, sin embargo los trasladaron a una ciudad cercana controlada por el Ejército Rojo y los entregaron al comandante general del Ejército Rojo, que ordenó que fueran juzgados por traición. No obstante, algunos cosacos desconfiaron de la supuesta reunión, aunque los británicos les aseguraron que todo estaba en orden, así incluso un oficial británico le dijo a los cosacos: «les aseguro, en mi palabra de honor como oficial británico, que van a asistir a una conferencia». Igualmente, el 1 de junio de 1945, los británicos colocaron 32.000 cosacos (con sus mujeres y niños) en trenes y camiones y los entregaron al Ejército Rojo para su repatriación a la URSS.
La historia gráfica «Los cosacos de Hitler» permitirá a los lectores acercarse a uno de esos capítulos de la historia ocultados por la historiografía institucional más preocupada en insistir en las versiones oficiales, que en escribir la verdad de los hechos.